La Catedral de Sevilla

En 1401, el Cabildo decidió “labrar otra iglesia tal y tan buena que no haya su igual y que se considere y atienda la grandeza y autoridad de Sevilla y su Iglesia como manda la razón.

Es la tercera mayor del mundo, tras San Pedro en el Vaticano y San Pablo en Londres. Sesenta pilares sustentan sus 68 bóvedas de nervadura, cuenta con más de 30 capillas, más otras estancias como la Sala de Ornamentos, el Antecabildo, la Sala Capitular, la Sacristía Mayor y la de los Cálices, el Coro y los numerosos altares.

La Catedral se levantó sobre la Mezquita Mayor almohade. En 1401, el Cabildo decidió “labrar otra iglesia tal y tan buena que no haya su igual y que se considere y atienda la grandeza y autoridad de Sevilla y su Iglesia como manda la razón”. La Catedral sevillana cuenta con una abrumadora colección de obras de arte con escultores como Mercadante, Fancelli o Montañés y pintores como Campaña, Zurbarán o Goya. Aparte, la extraordinaria sillería del coro, el órgano barroco, las vidrieras, la orfebrería, las cerámicas, la riquísima colección de libros de coro, de ornamentos sagrados, etc. La liturgia de la Catedral es espléndida en el Triduo de Carnaval, en la octava del Corpus o en la de la Inmaculada, con el baile único de los Seises en el Altar Mayor. Los restos de Cristóbal Colón reposan desde 1902 en el monumento funerario diseñado por Arturo Mélida.

Su planta es de cinco naves con capillas entre los contrafuertes y testero plano. Realizada en cantería, rompe con la tradición mudéjar del ladrillo. Se desconoce con certeza al autor de las trazas de la Catedral y la participación y relevancia de los maestros que intervinieron. Las trazas pudieron ser de Alonso Martínez, maestro mayor de la Catedral a finales del XIV, o de los maestros Isambret y Carlin que trabajaron a partir de 1434. A estos se unen nombres como los de Juan Norman, Juan de Hoces, Simón de Colonia, Alonso Rodríguez o Gil de Hontañón quien concluyó la construcción de la Catedral gótica. Durante el siglo XVI, como refelejo del poder y del pensamiento humanista del Cabildo, se levantaron distintas dependencias anejas en estilo renacentista con excelentes arquitectos como Diego de Riaño, Martín de Gaínza, Hernán Ruiz II o Asensio de Maeda. Durante los siguientes siglos se continuaron incorporando obras hasta que en 1929 se concluyó el Pabellón de Oficinas.

Entre 1558 y 1568, Hernán Ruiz II levantó el genial campanario renacentista que se funde con las formas musulmanas.

En 1184 Ahmad ibn Baso proyectó construirla en piedra y, para ello, utilizó sillares de origen romano, como se observa en la base de la torre. Lo sucedió Alí de Gomara, el cual empleó el ladrillo. Los muros se adornan con dibujos de rombos en altorrelieve, “sebka”, y con parejas de ventanas con arcos lobulados o de herradura, alternativamente. Para conmemorar la victoria de Alarcos, se dispuso el remate de la torre con cuatro manzanas doradas, concluidas en 1198. Un terremoto en 1356 las derribó y, en 1400, las sustituyó una espadaña que alojó la campana del primer reloj público que hubo en España. Entre 1558 y 1568, Hernán Ruiz II levantó el genial campanario renacentista que se funde con las formas musulmanas.

Lo constituye, en primer lugar, el Cuerpo de Campanas, que mantiene la misma anchura que el antiguo alminar. Los espacios entre sus trece pilastrillas se decoran con azulejos negros de variadas formas. Sobre éste se levantan pilares de ladrillo que forman cinco huecos por cada cara, cubierto el central por un arco y por dinteles el resto y, sobre cada uno de éstos, un óculo. Por encima, un pretil con fanales y jarrones, conocidos popularmente como carambolas. En cada esquina se coloca una esfera de bronce a la que se añade en 1751 los tallos de azucenas que simbolizan al Cabildo Catedral. En el Cuerpo del Reloj se aloja la campana de 1400. En el friso aparece el siguiente epígrafe “TURRIS FORTISSIMA NOMEN DNI PROBERBI8”, tal como recoge el proverbio 18: Torre fortísima es el nombre del Señor. El Cuerpo del Pozo cuenta con ocho pilares decorados con azulejos negros y, por último, el Cuerpo Redondo que sirve de inmediata base a la veleta, el Giraldillo. Lo dibujó Luis de Vargas, lo modeló Juan Bautista Vázquez “el Viejo” y lo fundió al bronce Bartolomé Morel. Es una de las más bellas creaciones del Renacimiento español y traslada el modelo mitológico de Palas Atenea a una cristiana Fe, Triunfo de la Iglesia. La Giralda alcanza los 96 metros de altura y cuenta con 35 rampas que permiten alcanzar el campanario.

Nueve son las puertas que dan acceso a las naves de la Catedral. En los pies del templo, las del Bautismo y del Nacimiento, con estatuaria de Lorenzo Mercadante de Bretaña y Pedro Millán del XV, y la de la Asunción de Fernando Rosales (1829-1831) con relieves de Ricardo Bellver (1882-1884). En la cabecera, la de Palos y la de las Campanillas, de Miguel Florentín (1520-1523) y, en el crucero, la de la Concepción (1895-1927) y la del Príncipe (1887-1895), ambas de Adolfo Fernández Casanova y esculturas de Adolfo López. A éstas hay que añadir la de la parroquia del Sagrario y la del Lagarto.

La Puerta del Nacimiento se denominó también de San Miguel por su cercanía al extinto colegio del mismo nombre. En su tímpano se sitúa el relieve de la Natividad del Señor y en las arquivoltas sendos profetas sedentes y ángeles con instrumentos musicales. Se completa el conjunto con seis estatuas, que representan a San Juan, San Marcos y San Laureano y a San Mateo, San Lucas y San Hermenegildo. Son obras de Lorenzo Mercadante (1464-1467), salvo los dos profetas de su discípulo y continuador Pedro Millán. La Puerta del Bautismo la construyó Carlín hacia 1450. Las esculturas son de Pedro Millán y Lorenzo Mercadante. De éste, sobresalen los seis santos sevillanos situados a derecha e izquierda del vano de acceso. La Puerta de la Adoración de los Reyes o de los Palos es de 1480. La estatuaria, en barro cocido, se fecha hacia 1520. Se atribuye tanto a Miguel Florentín como a Miguel Perrín.

En su conjunto, constituyen la mejor colección que del Renacimiento existe en España. La tórrida luz sevillana penetra en la Catedral a través de sus más de 100 vidrieras. Ofrecen una iluminación tamizada que en diagonales se entremezcla con la penumbra creando una atmósfera plácida y llena de matices que invita a meditar y a deambular por las naves catedralicias. Las vidrieras más antiguas aparecen con las características tracerías góticas. Éstas desaparecen en las del periodo renacentista con la intención de representar no sólo a personajes sino también escenas. En su conjunto, constituyen la mejor colección que del Renacimiento existe en España. Enrique Alemán (1478-1483) fue el primero de los maestros que las diseñó, tras él, Juan Jacques (1510-1520), Arnao de Vergara (1525-1536), que impulsó el estilo renacentista que continuaron su hermano Arnao de Flandes (1534-1557), Carlos de Brujas (1558) y Vicente Menardo (1560-1578).

Su grandeza ilusiona los sentidos que creen ver una luminosa cascada dorada, sólo tras una reflexiva y pausada mirada, se alcanza a comprender el completo repertorio iconográfico que nos ofrece. De estilo gótico, aunque su remate es renacentista, el Retablo Mayor de la Catedral se considera el más grande del mundo. El flamenco Pierre Dancart lo diseñó en 1480 y se concluyó en 1564 con la participación de numerosos artistas. Lo preside la Virgen de la Sede, excelente imagen del XIII, tallada en madera y cubierta, excepto cabeza y manos, con chapas de plata. A sus lados, aparecen relieves con curiosas vistas de la ciudad y de la Catedral.

Fundamentalmente, la obra escultórica del retablo mayor es una completa escenificación de la vida de la Virgen y Cristo. Lo cubre un guardapolvo de apariencia mudéjar formado por octógonos entrelazados. Sobre este se sitúa la llamada Viga con las esculturas de los Apóstoles y la Quinta Angustia. Unas extraordinarias imágenes del siglo XIV, el Cristo del Millón, la Virgen y San Juan rematan el retablo.

Desde Colón, quien denominó así a una de las islas por él descubiertas, ante ella se postraron los viajeros que partían hacia América.

La Virgen de la Antigua es del siglo XIV y sigue el modelo de “Virgen Conductora” bizantina en donde María aparece como guía de Jesús. La postura de la Virgen imita a la inclinación de las figuras de marfil. Una mujer reza a sus pies, posiblemente Leonor de Alburquerque, mujer de Fernando de Antequera. Desde Colón, quien denominó así a una de las islas por él descubiertas, ante ella se postraron los viajeros que partían hacia América, extendiéndose su devoción por todo el continente. Por ello, en1929, se desplegaron las banderas de los países americanos que todavía hoy se izan en la capilla. Además, en lesta destaca el sepulcro del cardenal Diego Hurtado de Mendoza, obra de Fancelli de 1508. Frente a éste, Duque Cornejo labró el sepulcro del arzobispo Salcedo y Azcona, imitando el estilo de aquel.

La Catedral tiene entre sus usos una función funeraria, contando con sepulcros de excelente categoría artística como el del cardenal Cervantes. Sito en la capilla de San Hermenegildo, lo concluyó Mercadante en 1458.

La Virgen de los Reyes recibe una gran devoción de los sevillanos y cada mañana del 15 de Agosto se celebra su procesión, la cual congrega a innumerables fieles.

La diseñó Martín de Gaínza en 1551 y, tras su muerte, Hernán Ruiz II levantó en 1557 la cúpula decorada con bustos. Preside la Capilla la Virgen de los Reyes, patrona de la Archidiócesis de Sevilla. Esta Virgen del siglo XIII de procedencia probablemente francesa es, según la tradición, un regalo del rey San Luis de Francia a su primo el rey San Fernando. Es una imagen de vestir con cabeza y brazos articulados y contaba con un mecanismo interior que los movía. Una leyenda en la parte superior de su altar explica su advocación: “Aquella por la que los reyes reinan”.

La Virgen de los Reyes recibe una gran devoción de los sevillanos y cada mañana del 15 de Agosto se celebra su procesión, la cual congrega a innumerables fieles. La urna de plata (1690-1701) de Juan Laureano de Pina acoge el cuerpo incorrupto del rey San Fernando (1201-1252), conquistador de la ciudad en 1248, ceñido con la corona que donó Felipe V. El sepulcro de Alfonso X el Sabio se encuentra en el lateral de la Capilla (el corazón y las entrañas se custodian en la Catedral de Murcia) frente al de su madre, Beatriz de Suabia. Bajo el altar mayor está la cripta con los restos de Pedro I, de su mujer María de Padilla y de otros miembros de la familia real.

Diego de Riaño diseñó en 1528 la Sacristía Mayor como un gran espacio diáfano de exuberante decoración plateresca que sigue un complejo esquema teológico en un recorrido que abarca desde el Génesis al Apocalipsis. Tras su muerte en 1534, continuó las obras Martín de Gaínza que las concluyó en 1543. La planta es de cruz griega y se cubre con cúpula sobre pechinas. La decoración con grutescos recorre los fustes de pilastras y columnas y, en la cornisa, se representan las virtudes, padres de la iglesia y santos hispalenses.

En las bóvedas, aparecen jueces, sacerdotes, profetas y patriarcas del Antiguo Testamento, los apóstoles y obispos. En la cúpula, el Juicio Final y, en la linterna, Dios Padre. La Sacristía se completa con una triple capilla en su cabecera con relieves de la Asunción, misterio al que está dedicado la Catedral. Acoge una gran colección de obras de arte, así el Descendimiento (1548) de Pedro de Campaña, San Isidoro y San Leandro (1645) de Murillo, Santa Teresa (1650) de Zurbarán, el Martirio de San Lorenzo (1655) de Lucas Jordan, la Inmaculada de Alfonso Martínez (XVII), San Fernando (1671) de Pedro Roldán… También se encuentra aquí la soberbia Custodia (1580-1587) renacentista en plata de Juan de Arfe de cerca de cuatro metros de altura que procesiona en la festividad del Corpus por las calles del centro de Sevilla.

La diseñó Hernán Ruiz II hacia 1561. Trazó una innovadora planta oval influido por el famoso “Tratado de Arqitectura” del italiano Sebastiano Serlio.

La manierista Sala Capitular la diseñó el genial Hernán Ruiz II hacia 1561 y la concluyó Alonso de Maeda en 1592. Trazó una innovadora planta oval influido por el famoso “Tratado de Arquitectura” del italiano Sebastiano Serlio. Igualmente, el dibujo del suelo presenta notable semejanza con el de la plaza del Capitolio en Roma proyectada por Miguel Ángel. Rodea la Sala una suntuosa colección de relieves que siguen el programa teológico del humanista y canónigo Francisco Pacheco y que explican las inscripciones en latín que los acompañan.

Labrados entre 1582 y 1590, aparecen con la blancura de la piedra al haber perdido su policromía original. Juan Bautista Vázquez “el Viejo” y Diego Velasco se reparten la autoría de los relieves verticales que se alternan con otros horizontales de menor formato realizados por Marcos Cabrera. El relieve de la Asunción, atribuida a Vázquez es el más hermoso del conjunto. En 1668, Murillo pintó para la bóveda ocho tondos con santos relacionados con Sevilla y una hermosa Inmaculada que posee un pronunciado efecto de ingravidez, ilusión que acentúa la gran altura a la que cuelga el cuadro. En Murillo se culminó la evolución de la iconografía de la Inmaculada, devoción mariana que produjo desatadas pasiones entre los sevillanos defensores y contrarios en el XVII.

Martínez Montañés es considerado como uno de los mejores escultores españoles de todos los tiempos. Representa la más perfecta simbiosis entre el clasicismo y el barroco.

Mateo Vázquez de Leca encargó el Cristo de la Clemencia en el año 1603: “El dicho Xpo. crucificado a de estar bibo antes de aver espirado con la cabeça ynclinada sobre el lado derecho mirando a qualquiera persona que estuviere orando a Él pie del, como que le está el mismo Xpo. hablándole, y como quexándose que aquello que padeçe es por el que está orando”. Juan Martínez Montañés esculpió una de las más hermosas obras del arte español en este Cristo lleno de clasicismo. Tanto Vázquez de Leca como Montañés murieron por la gran peste de 1649. La magistral Inmaculada de Montañés, tallada en 1631, es conocida como la Cieguecita por sus ojos entornados y por su mirada baja.

Sus restos llegaron a Sevilla el 19 de Enero de 1899 a bordo del yate real Giralda. A Arturo Mélida se debe el monumento funerario a Cristóbal Colón.

En 1485, se instaló Cristóbal Colón en Sevilla, donde residió de manera intermitente para conseguir apoyos para sus visionarios proyectos que llevaron al Descubrimiento de América. En Sevilla encontró la hospitalidad de los monjes de la Cartuja y el apoyo del Duque de Medinaceli. La fecha del 12 de octubre de 1492 supuso una nueva era para la Historia Universal. Sevilla, donde Colón regresó el 31 de Marzo de 1493, se convirtió en protagonista indiscutible de la aventura americana y puerta de las riquezas del Nuevo Mundo con su monopolio del tráfico con las Indias. Tras la muerte de Colón en Valladolid en 1506 se trasladó su cadáver a la Cartuja de donde, siguiendo la voluntad del Almirante en su testamento, se llevó a Santo Domingo. En 1796 fue a la Habana, donde permaneció hasta la pérdida de Cuba. Sus restos llegaron a Sevilla el 19 de Enero de 1899. A Arturo Mélida se debe el monumento funerario a Cristóbal Colón. Simula cuatro maceros con las armas de Castilla, León, Navarra y Aragón transportando el ataúd.

La Puerta de San Pedro era la entrada principal de la antigua Mezquita y por ella se accedía al patio de las abluciones, lo que hoy es el patio de los Naranjos.

La Puerta de San Pedro era la entrada principal de la antigua Mezquita y por ella se accedía al patio de las abluciones, lo que hoy es el patio de los Naranjos. Las puertas son de madera con chapas de bronce labradas con lacerías, atauriques e inscripciones cúficas. Miguel Florentín realizó las figuras de la Anunciación, la de San Pedro y la de San Pablo además del relieve de la Expulsión de los Mercaderes del Templo, clara alusión a los comerciantes que invadían las gradas de la Catedral originando numerosos conflictos entre éstos y el Cabildo. El patio de los Naranjos se ordena con seis hileras de naranjos que recorren el patio comunicadas por acequias de ladrillo y, en el centro, una fuente con una taza octogonal de mármol de origen romano.