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Albergan recuerdos de siglos, como en Santa Inés, donde se conserva el cuerpo incorrupto de María Coronel o la leyenda de Maese Pérez que relató Bécquer.
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Las espadañas de los conventos perfilan el cielo de Sevilla, bellas y humildes, sin competir con las torres parroquiales. Desde la Reconquista, los conventos de las principales órdenes se asentaron en la ciudad, como San Clemente o Santa Clara, ya en el siglo XIII; Santa Paula se fundó en el XV; Santa Inés, Santa María de Jesús, Santa Isabel, el Socorro, San Leandro, Madre de Dios o las Teresas en el XVI; completándose esta lista no exhaustiva de conventos de clausura con Santa Ana en el XVII o Santa Rosalía en el siglo XVIII. Conforman un remanso de paz y oración en la ciudad, que solo entrevemos a través de sus iglesias en donde una reja separa las monjas orantes del fiel que las acompaña. |
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Sus iglesias son de una sola nave a la que se adosan las dependencias conventuales ordenadas en torno a grandes patios. Entre sus paredes, se albergan recuerdos de siglos, como en Santa Inés, donde se conserva el cuerpo incorrupto de María Coronel o la leyenda de Maese Pérez el organista que relató Bécquer; o en las Teresas, donde se custodia el manuscrito original de las Moradas de Santa Teresa de Jesús y el único retrato que le hicieron en vida. Unido a ello están sus centenarias recetas de repostería que venden a través de sus tornos: los bollitos de Santa Inés, la mermelada de Santa Paula o las célebres yemas de San Leandro. |