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Reinando en un barrio de medievales iglesias mudéjares, San Luis es, de forma paradójica, uno de los templos barrocos más importantes de Europa.
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San Luis de los Franceses, destinado a ser iglesia del noviciado de los jesuitas, se inició en 1699 y se terminó en 1731 durante la estancia de la corte de Felipe V en Sevilla (1729- 1733). En la antiguamente llamada calle Real, por donde los reyes entraban en Sevilla, en una zona donde surge y predomina las iglesias mudéjares, se encuentra de forma paradójica uno de los templos barrocos más importantes de Europa. Obra perfecta, con todos los elementos dirigidos a alcanzar un fin unitario. Configura un espacio místico, abigarrado y luminoso de exaltación de la Compañía de Jesús. |
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El autor de las trazas de San Luis fue Leonardo de Figueroa. Su planta es de cruz griega, terminando los brazos de la cruz a manera de exedra. La cúpula constituye el elemento central del templo que, como símbolo de la gloria celestial, busca expresar la eternidad a quien la contempla. La cúpula se decora con pinturas arquitectónicas de Lucas Valdés que acentúan la sensación de altura de ésta, aparecen también pintados distintos elementos del judaísmo. En la base se sitúan figuras con cartelas que indican las virtudes del buen religioso: humildad, misericordia, obediencia... El retablo principal lo realizó Pedro Duque Cornejo en 1730. Mezcla elementos de los más diversos formatos: pinturas, esculturas, espejos, relicarios y otros motivos ornamentales. |